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domingo, 30 de septiembre de 2018

La migración desde la inocencia de los niños

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Durante algunos días escuchamos los susurros de mami conversando con sus amigas sobre un viaje. No entendíamos por qué hasta ahora este tema siempre había sido motivo de alegría y hoy mami lloraba cada vez que alguien tocaba ese tema. Sin embargo, al sentir que estábamos cerca rápidamente secaba sus lágrimas y ponía una sonrisa en su rostro.

En la escuela la Maestra hacía mención a que los hermanos Olivero realizarán un viaje pronto y por ello le haremos una despedida; los que puedan, traer el Viernes algún bocadillo para compartir, acompañado de una carta o un mensaje de despedida. Carlos y yo, nos quedamos sorprendidos, una despedida.

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Si vamos a visitar a unos primos en San Cristóbal y al pasar unos días regresaremos por qué una despedida. El trato hacia nosotros se tornó diferente, La Maestra constantemente nos lanzaba una mirada como de tristeza, como de compasión, inclusive durante la exposición de mi hermano Carlos sobre nuestros indígenas, pude notar que a ella se le escaparon unas lágrimas, las cuales secó con su pañuelo al instante.

Ese día entendí que algo extraño estaba pasando, sabíamos que papá estaba en Colombia trabajando, porque en nuestro país la situación económica estaba difícil, era todo los que nos habían informado sobre la prolongada ausencia de nuestro padre. Por las noches mi hermano y yo nos quedábamos hasta tarde conversando; pero teníamos más preguntas que respuestas y no nos atrevíamos a expresarle a mami lo que sentíamos.

Cuando llegó el día Viernes, llegamos al colegio entusiasmados, hoy nos "harían una despedida" mi hermano y yo seríamos los protagonistas de la clase, eso me gustaba. 

Todos estarían pendientes de nosotros, por ello nos esmeramos más de lo usual con nuestro arreglo, yo particularmente me puse el uniforme que más me gustaba, me cepillé el cabello ondulado y logré que mis crespos se concentraran hacia el lado derecho de mi cabeza, descubriendo mi cara. Me puse mis zarcillos preferidos, los que parecían unas mariquitas pequeñitas, mi hermano por su parte se puso gelatina en su cabello y se peinó de lado como un niño bueno, como el de la película de mi pequeño angelito. Se abotonó la camisa desde arriba, como si en algún momento se pondría una corbata, lo cual me hizo mucha gracia, pero sonreí sólo para mi.

Tomamos nuestras cosas y salimos alegres y algo ansiosos a la escuela. Al ingresar a nuestro salón, nos sorprendió lo arreglado que estaba: globos de diferentes colores colgaban de las paredes, afiches y fotos que lucían muy coloridos daban cuenta del cariño que nos expresaban nuestros compañeros y nos deseaban lo mejor en nuestro viaje.

Con el transcurrir de la mañana, entre música , anécdotas y risas llegó la hora de salida. Anteriormente al escuchar el timbre que anunciaba la hora de salida todos gritábamos y corríamos escaleras abajo, como desesperados por llegar a la puerta del colegio. Hoy ha sido diferente, sonó el timbre y nadie gritó, ni recogieron sus pertenencias apresurados, ni dieron muestras de alegría; fue diferente. Sonó el timbre y todos se volvieron hacia nosotros. Algunos no podían ocultar en su rostro la tristeza, las lágrimas se apoderaron de todos, en minutos todos nos abrazábamos y llorábamos. Apenas alcanzábamos a emitir palabra para comprometernos en un futuro al reencuentro.

Finalmente la Maestra tomó el control de tan extraña situación, explicó para todos, hasta para Carlos y para mi, que los hermanos Olivero se van del país porque se reunirán con su padre que está trabajando en Colombia. A pesar de no entender aun lo que pasaba, nos despedimos de todos y regresamos a casa.

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Durante el recorrido de regreso ninguno de los dos emitió palabra alguna, cada uno iba sumido en sus pensamientos. Toda la algarabía de la mañana de repente se convirtió en incertidumbre y tristeza. Llegamos a casa, mami como siempre estaba en la cocina presta a servirnos nuestra comida calientica, claro no sin antes asearnos y acudir a la mesa para degustar nuestro plato favorito, carne mechada, arrocito blanco, plátanos y papas fritas, una delicia. Sin embargo, hoy todo es distinto, nos sentamos a la mesa con nuestros platos al frente y ante la mirada escrutadora de nuestra madre, quien rápidamente observa que algo no está bien ninguno de los dos hace el mínimo gesto de probar bocado, sentimos como una sensación de estar muy llenos o más bien es un vacío en el estómago, es como un dolor, o como una angustia que no nos permite llevar ni una cucharada a la boca.

Es allí cuando ella decide explicarnos. Nos vamos de nuestra casa por un tiempo hijos, viviremos en una hermosa ciudad llamada Bogotá, asistirán a otra escuela, grande y con muchos niños que se convertirán en sus nuevos amigos. Además papá estará con nosotros. Al terminar el almuerzo haremos la maleta, cada uno sólo podrá llevar una, por eso deben escoger muy bien qué quieren empacar. Nada de juguetes porque no tendremos espacio, allá compraremos lo que necesiten.

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Mi hermano y yo vamos a nuestro cuarto a tratar de hacer lo que nos ha solicitado; sin embargo, al estar frente a nuestro closet no logramos decidir que llevaremos. Todo es importante, cada camisa, cada franela, cada prenda es parte de nosotros. Cada una tiene su propia historia, un regalo de cumpleaños, una amigo secreto en navidad, una tía preferida. Dios que tarea tan difícil…

Cada uno se refugia en sus cosas, mi hermano quiere ser fuerte pero la tristeza lo vence. Trata de ahogar el llanto pero éste es más fuerte y sale de su garganta un gemido, brotan las lágrimas, las cuales seca rápidamente con un gesto de furia. Casi me ordena que me vaya, que recoja mis cosas y lo deje solo, a lo cual accedo casi con susto.

No tenemos mucho tiempo, ya el tío José llamó que vendrá en un rato a recogernos para llevarnos al terminal de autobuses, la familia diseminada por diferentes países no aguanta más despedidas. Así que sólo seremos nosotros.

No puedo evitar recordar, mientras intento guardar mi ropa en la maleta, las reuniones en casa de nuestra tía predilecta, donde estábamos todos los primos, donde sobraba la comida, los refrescos, la alegría, donde mi hermano y yo solíamos ser los consentidos de la casa, para los que siempre había un pedazo más de torta, o un poco más de la rica sopa para saciar el estómago, "sin fondo", de mi hermano.

Todo eso en poco tiempo habrá terminado, estaremos lejos, en una ciudad extraña, y sólo nos unirá el amor indestructible de familia y el teléfono.

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Volvemos a la realidad con los gritos de nuestra madre, quien nos requiere casi que inmediatamente en la sala de la casa; para revisar el contenido de nuestro equipaje para asegurarse de que llevamos sólo lo necesario, por cuanto el viaje será agotador y no tendremos mucha ayuda.

Pasamos la primera inspección, todo parece estar en orden, mi hermano y yo tuvimos sin habernos comunicado, al menos verbalmente la misma idea, decidimos llevar las prendas que mayores recuerdos acumulaban, así en cualquier lugar nos sentiríamos como en casa.

Fue triste dejar nuestros juguetes, nuestros libros de cuentos que nos hacían viajar a lugares míticos, nuestra cada cosa que hemos dejado atrás. El olor de nuestra cocina, de nuestra almohada, de nuestro jardín donde nos despedía desde muy alto nuestro pino, árbol que acompañó en silencio nuestra estadía en el patio. Hoy todo parece recobrar vida propia, todo lo que hay a nuestro alrededor parece decirnos Adiós. Por qué nos pasó esto? Por qué es tan difícil vivir en estos días en nuestro país; en ese que nuestra madre nos enseñó a amar por encima de todas las cosas ? Por qué tenemos que irnos? Mamá nos anuncia que ya el tío llegó, que debemos llevar las maletas al auto, y apresurarnos.

Abordamos todos, y rápidamente comenzamos a alejarnos de la casa, mi hermano y yo no nos miramos, sólo alcanzamos a ver las calles y los árboles pasar rápidamente a nuestro paso. Ya definitivamente nos vamos de nuestra casa.

Pero seremos fuertes y no lloraremos, así ayudaremos a mami…, es lo que nos han dicho nuestros familiares. La instrucción es difícil pero la cumplimos, una vez que llegamos al terminal, sacamos nuestro equipaje y lo llevamos al autobús, nos toma por sorpresa la presencia allí de algunos familiares y amigos, que aun parecen no creer que nos vamos.

La encargada en el terminal anuncia por micrófono con una voz, que a mi me suena entrecortada: “El autobús número 43 de expresos Venezuela con destino a la ciudad de San Cristóbal saldrá en diez minutos.”

En este momento no hay recomendación que valga todos en la sala lloran, demuestran su tristeza y su rabia…, los hermanos Oliveros se van de su país…

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Autor: Miranda de Venezuela
Día, fecha y hora: Mié 26/9/2018, 8:31 a.m.
Todas las imágenes son obras de arte de Pablo Picasso
Autorizada su Publicación a través de este espacio.

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