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martes, 30 de agosto de 2016

MI MAMÁ ME VIO



MI MAMÁ ME VIO


Cuando mi mamá (Dios la tenga en su Luz) se iba a trabajar dejaba instrucciones precisas a mis hermanos mayores: - “se quedan dentro de la casa, no me le abran la puerta a ningún desconocido... ah y que yo no me entere que ustedes estuvieron todo el día en la calle o metidos en casa ajena... recuerden que eso lo que trae es chisme”. Luego nos bendecía, nos daba un beso y se iba a trabajar.

Un día, mis hermanos mayores, Zoraida y Vicente, sucumbieron ante la tentación de jugar por lo que decidieron desobedecer la orden de nuestra progenitora y salieron al frente de la casa donde todas las tardes se organizaban unas buenas partidas de pelotica de goma y otros juegos tradicionales, la chiquillería se divertía sanamente mientras los niños mas pequeños eramos dejados “a la buena de Dios”, nada malo nos podía ocurrir, todo era sano, vivíamos en un País seguro.

Cuando se ocultó el Sol y para evitar que mi mamá nos sorprendiera ya que se aproximaba la hora de su regreso, mi hermana, responsable y precavida como hasta ahora lo es, me agarró por la mano y llamó a mi hermano mayor para volver a encerrarnos, pero mi hermano como estaba emocionado y ganando el juego, se le ocurrió una mejor idea, la cual consistió en ubicarme en un lugar estratégico de la calle para que yo vigilara, obediente como siempre he sido cumplí la orden cual Watch man o guachimán como le decían en mi época a los vigilantes, estando en mi puesto observé que venía mi mamá ¡SUSTO! Salí corriendo cual "Dash" Parr ( el niño veloz de la serie animada Los Increíbles ), mis hermanos hicieron lo mismo, solo dejamos la polvareda de la carrera que pegamos para la casa. Al llegar, mi hermana se puso a fregar los platos y mi hermano cual “Flash”, abrió la mesa de planchar, conectó la plancha y simuló estar ejecutando el loable oficio, no habían pasado cuatro minutos cuando tocaron a la puerta, Toc Toc Toc, yo salí corriendo y gritando muy contento ¡mi mamá... mi mamá!, esta frase cariñosa la dije antes de abrir, por lo que al hacerlo mi progenitora me agarró por la mano, me dio una nalgada y regañó fuertemente a mis hermanos por tenerme en la calle mientras ellos estaban en la casa.

Con el pasar de los años descubrí dos cosas importantes de aquel acontecimiento: (1) mi mamá me vio cuando salí corriendo, pero no logró ver a mis hermanos, (2) ella tenía llave de la casa pero decidió tocar la puerta, yo cual niño inocente, caí en la trampa, me delaté gritando “mi mamá... mi mamá” antes de abrir... ¿cómo podía saber quién tocaba?. ¡Dios mío, qué inocencia la mía!.


Además, aprendí una lección de vida “no se debe desobedecer a los padres ni mucho menos subestimarlos”. Nuestros padres se respetan.



Autor: Milano R. Marcos E. 
Publicado: jueves, 25 de agosto de 2016.




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