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lunes, 1 de agosto de 2016

LA ZAMBULLIDA




Mi mamá (Dios la tenga en su Luz) quedó sola con tres niños; yo, el menor, no conocí a mi papá. Lo cierto es que ella comenzó a trabajar de obrera en la lavandería y tintorería La Primera que se encontraba en la Avenida Principal de los Ruices, Municipio Sucre. Cuando ella se iba a trabajar dejaba instrucciones precisas a mis hermanos mayores: se quedan dentro de la casa, no me le abran la puerta a ningún desconocido, que yo no me entere que ustedes andaban en la calle... dejaba la comida preparada, toda la casa limpia y ordenada, a mi me dejaba bañado y listo para que mi hermana no tuviera que hacerlo... ya saben lo que deben hacer, decía, la casa debe permanecer ordenada y limpia, nos besaba a los tres, nos dejaba su bendición y se iba a trabajar (en ese tiempo ir de Guatire a Caracas, por la carretera vieja no era tan fácil como ahora). Cuando mi mamá cerraba la puerta quedábamos los tres en compañía de Dios, yo me ponía a jugar, mi hermano y mi hermana frecuentemente estaban haciendo cualquier cosa, Vicente siempre le gustó armar y desarmar aparatos electrónicos o mecánicos, se ponía a limpiar el patio, sembraba, hacía ranchitos, le gustaba la albañilería, la electricidad, la plomería... en fin siempre estaba haciendo algo. En la casa teníamos repisas, mesitas y rinconeras, las cuales estaban llenas de adornitos de cerámica, también una vitrina donde mi mamá guardaba la vajilla. Mi hermana, Zoraida, le encantaba llenar una poncherita con agua y jabón (en ese tiempo había jabón) y allí iba metiendo cada recuerdito, los lavaba, luego los secaba, después limpiaba las mesitas, las rinconeras y la repisa para luego volver a colocar cada pieza, todo eso lo hacía con mucha concentración, con tal delicadeza que daba la sensación de paz y armonía. 

Peeeero todo este ambiente de paz y armonía, de juego y de trabajo se acababa cuando llegaba a visitarnos nuestro primo Germán... ¡Diossssssssssss, que muchacho tan tremendo!, mi hermano y yo cuando lo veíamos llegar sabíamos que venía la diversión pero mi hermana no pensaba lo mismo y tenía razón porque ese “bicho” era de armas tomar. Un día, yo comencé a fastidiarlo mientras él y mi hermano jugaban y sin pensarlo dos veces me agarró por los pies, me levantó como una plumita y me metió dentro de un pipote de agua limpia que mi mamá tenía, luego me sacó y me volvió a meter... mi hermana casi muere al ver eso, mi hermano solo se reía (porque sabía que era un juego y que no me iba ahogar, ya ellos se habían puesto de acuerdo para asustarme) lo cierto es que mi hermana se guindó con los dos para defenderme (tan bella mi hermana, gracias hermanita), ellos solo se reían, yo, cual pollito mojado y casi ahogado, sorprendido no me quedó de otra sino llorar... cuando pasó todo aquello, limpiaron el desastre, volvieron a llenar el pipote, mi hermana después de secarme y cambiarme de ropa, amenazó a mi hermano y a mi primo con decirlo a mi mamá pero cuando llegó mi progenitora no le contó nada... Lo cierto es que experiencias similares se repetían, pero todo era juego y como la casa quedaba limpia y ordenada, como que si nada hubiera pasado, mi mamá no se enteraba... mi hermana asumió siempre mi defensa... yo, no dejaba de estar cerca del peligro, me encantaba estar con mi primo y con mi hermano... masoquista. Cuando fui creciendo me iba a pescar con ellos para el río Pacairigua... ese paseo era lo máximo, de ellos fui aprendiendo muchas cosas... pero lo dejaremos para otra ocasión. Gracias por leer esta anécdota.

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