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viernes, 5 de agosto de 2016

PEQUEÑA HISTORIA PERSONAL...Cosas que aún ocurren...


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Hoy llevé a mi mamá una cita médica en Buenaventura, esperamos lo necesario a su médico de siempre. Como, siempre también, amablemente la atendió, auscultó, revisó y dio su visto bueno a la salud de 88 años de la señora Antonia. Pero el médico quiso hacer un examen adicional, lo hicimos y había que esperar dos horas el resultado. Las sillas de la clínica de Buenaventura, muy metálicas ellas, muy modernas ellas, muy duras también, son poco apropiadas para una paciente de la edad de mi madre. Por lo tanto decidí bajar a ver si conseguía un cojín o almohada apropiados para su condición y pudiera soportar la dura espera metálica. Primera tienda: nada; segunda tienda: entro y una muy amable chica me atiende y pregunta qué deseo. Le explico y me dice que no tiene cojines, que solamente almohadas, pero su costo exorbitante me impide decidirme; ella dentro de esa atípica amabilidad continúa buscando y me ofrece prestarme una de la exhibición, con la condición de que se la devuelva, confiando, como me dijo tranquilamente, en que yo se la regresaría al salir de la consulta. (Yo no me lo creía, y la veía con total asombro). La almohada en cuestión era poco flexible y mucho menos acolchada, por lo que no me decidía a aceptar su generoso ofrecimiento. Me dice, "déjame ver qué puedo encontrar arriba, solo tienes que cuidarme la tienda un momento". Accedí y a los pocos minutos la chica bajó con un cojín muy bonito, plano, acolchado , justo lo que yo requería. Le pedí que me lo vendiera y me dijo que no, porque era de uso de ellos, que me lo llevara, lo usara el tiempo necesario y me reiteró su confianza en que lo devolviría al terminar la susodicha consulta. ¿Qué puedo decir? Salí con mi cojín debajo del brazo, tan feliz de que aún existieran personas con esta actitud, que no lo podía creer. Creo que mi sonrisa y alegría eran tan grandes como el centro comercial guatireño... Aún existen reservas morales, éticas, aún podemos creer en el prójimo, aún hay personas que sin remilgos ni dudas te ofrecen ayuda y te solucionan pequeñas inconvenientes como el que acabo de contar. Salimos y fuimos a entregar el cojín y a agradecer tanta bondad, pero la joven, ya no estaba. A la que recibió le expliqué todo y me dijo "¡ahhh!¿ te lo prestó?, ¡qué bien!" Sólo eso, con una gran sonrisa. Le dejé mis agradecimientos infinitos a Sandra, así se llama nuestra benefactora del día. Esperemos que existan muchas Sandras multiplicadas en este país. Fue un día bendecido.
Autor: Manuel F. Calderón
Fecha de publicación: 05 de agosto de 2016 
Guatire, Estado Miranda, Venezuela.

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