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jueves, 8 de marzo de 2018

SALUDANDO CON CORTESÍA

imagen tomada de AQUÍ

PREÁMBULO DE LA ANÉCDOTA QUE RELATARÉ.
Desde niño he admirado a las personas educadas; formadas en el mundo maravilloso de los principios y valores que sustentan la convivencia humana; personas auténticas que jamás dejarán a un lado el sublime destello de la humildad por sucumbir antes hechos vanidosos que sólo buscan un estéril y absurdo protagonismo para llamar la atención. Mi respeto y admiración eterna para las personas que se alejan de lo soez e irrespetuoso.
Por esta razón; lejos estoy de querer presumir con los hermosos gestos de la cortesía, el decoro y las buenas costumbres.

Aclarado esto, y movido por el hecho pedagógico que hace de la vivencia cotidiana una moraleja útil, publico la siguiente anécdota con la sana intención de mostrar como un sencillo gesto de respeto marca la diferencia:

ANÉCDOTA:
Hoy, acompañé a mi esposa hasta la entrada de la Institución educativa donde labora; como todas las mañanas, nos soltamos las manos y me despido de ella con un beso, la abrazo, la bendigo y le deseo un bonito día; luego la veo alejarse, espero hasta que entre y me regreso caminando, lo que me permite tomar el aire puro del alba, ejercitarme un poco e interactuar con muchas personas que caminan a mi lado, algunos van con la mirada perdida, con premura; la mayoría evitan saludar y no te contestan los ¡buenos días!, otros corren para ver si logran guindarse en la puerta del autobús que va repleto de pasajeros... en fin, son muchas las personas que se cruzan en mi camino, entre ellas dos abuelitas las cuales caminaban en dirección contraria pero por la misma acera, al verlas me hice a un lado, para facilitar su andar bajé a la calzada dejándole la acera libre, una de ellas me miró, me regaló una sonrisa y me saludó: - ¡Buenos días Señor, gracias!; inmediatamente, levanté mi gorra, hice una delicada reverencia y contesté su saludo con respeto y cortesía: - Siempre a la orden Señoras, Buenos días!... Presumo que el gesto amable que tuve para con ellas les impactó porque de inmediato una le dijo a la otra: - Te fijaste en lo caballero que es ese Señor? ... – Sí chica, esa educación se aprende en la casa, le contestó la compañera. Yo continué mi camino como que si no había escuchado ese comentario.
Decidí publicar está anécdota; como ya mencioné: “lejos de querer presumir con los hermosos gestos de la cortesía, el decoro y las buenas costumbres”, porque creo que es necesario retomar nuestros valores más elementales; principios ciudadanos que hicieron destellar de cultura y buena educación a la otrora sociedad venezolana.
Marcos Milano

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