-
será para que tu “abuelo” Alfredo que quieres ir...
-
anda mamá déjame ir.
-
bueno pero te portas bien.
Este
diálogo entre mi mamá y yo ocurría todos los días, resulta que mi Abuelo Fermín
Hernández vivía a tan sólo tres casas de la mía, en el mismo barrio y en el
mismo sitio, pero en la casa siguiente vivía uno de mis mejores amigos de
infancia, mi vecino, mi hermanazo, Alfredo... ciertamente visitaba a mi abuelo,
que todas las tarde sacaba una silla y se sentaba al frente de su casa, pero a
esa hora también salía a jugar mi hermanazo y por supuesto bajo la mirada
amorosa del padre de mi padre jugábamos cuanta cosa se nos ocurría... la verdad
es que a mi amigo Alfredo, cuatro años mayor que yo, le gustaba jugar conmigo.
Un día, un vecino policía, creo que se llamaba Rogelio, el cual vivía en la
casa siguiente a la de Alfredo, le regaló una vieja revolvera de cuero. ¡Bueno
pues... el mejor regalo que mi amigo Alfredo había recibido! Yo, al ver el
obsequio, me emocioné mucho y se la pedí prestada, él lo dudó pero me la
prestó, luego se la devolví y fui corriendo a mi casa a buscar una correa,
regresé y la adaptamos al tamaño de nuestra cintura, un rato la tenía él y otro
rato la tenía yo, la revolvera casi cubría toda mi pierna, era grandísima para
mi estatura... lo cierto es que aquel juguete nos encantaba, un día me
regalaron un revolver de plástico y salí corriendo para la casa de mi amigo
Alfredo para enfundarlo en la vieja revolvera... ¡Diosssssssss la felicidad
plena a otro nivel!, ahora sí que estábamos hecho... pasaron los día y nuestro
juego favorito seguía siendo la vieja revolvera de cuero... en una oportunidad,
mi hermanazo la dejó olvidada frente a su casa, allí amaneció detrás de una pila
de arena, yo me levanté tempranito, abrí mi puerta y salí, sin permiso a buscar
a Alfredo para jugar, al llegar al frente de su casa su puerta estaba cerrada
pero ante mis ojos apareció el juguete más preciado, la tomé y me la llevé para
mi casa... cuando mi mamá me vio llegar:
- ¿se
puede saber dónde estabas tú a esta hora y sin permiso?... ¿qué es eso que
traes? ...
¡Diosssssss
mío Santísimo!... ¡Ave María Purísima!... tragué grueso y le contesté:
- fui
para la casa de mi abuelo... no dejó que terminara de hablar, me regaño:
- mentiroso, tú estabas donde Alfredo... y eso de dónde lo sacaste?...
- me la encontré, le respondí sin dejar de mirarla... mi mamá tomó la correita que le habíamos adaptado a la vieja revolvera de cuero y ya Ustedes saben lo que allí ocurrió. Mientras me daba con la correa me decía:
- No debes salir sin permiso, no debes mentir y a mi casa no entra nada que no sea tuyo... así que devuelve eso, ponla donde la encontraste...
Llorando salí y dejé la revolvera en el mismo lugar de donde la tomé (mi mamá me acompañó)...
- mentiroso, tú estabas donde Alfredo... y eso de dónde lo sacaste?...
- me la encontré, le respondí sin dejar de mirarla... mi mamá tomó la correita que le habíamos adaptado a la vieja revolvera de cuero y ya Ustedes saben lo que allí ocurrió. Mientras me daba con la correa me decía:
- No debes salir sin permiso, no debes mentir y a mi casa no entra nada que no sea tuyo... así que devuelve eso, ponla donde la encontraste...
Llorando salí y dejé la revolvera en el mismo lugar de donde la tomé (mi mamá me acompañó)...
A ese
amargo momento le debo lo que hoy soy, Gracias mamá por enseñarme valores,
gracias porque ese correazo a tiempo fue una enseñanza vital en mi vida...
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