Paul Delvaux. Le miroir. 1936 |
Miranda se levantó con sobresalto, sentía que el corazón le latía más rápido de lo normal, por un instante se desubicó y tuvo que respirar profundo para recomponerse y darse cuenta de que estaba en su habitación…Miró a un lado de la inmensa cama y notó que allí estaba dormido su esposo. Ni cuenta se dio del brinco que ella había dado para bajar rápidamente de la cama como si tratara de huir de algo que le causara gran temor.
Se dirigió al baño, se miró en el espejo como si fuera la primera vez que notaba la presencia de aquella mujer, su cabello negro y abundante, parecía dar señales de algunas canas, pasó suavemente sus manos por la frente como si temiera despertarse y de pronto, hizo un gesto como de susto al ver esas arrugas que se marcaban en sus párpados, y se asomaban también unas tímidas ojeras… Miranda abría más sus ojos como escudriñando el rostro de aquella mujer, que a ratos le parecía desconocida…Continuó en esa aventura de reconocerse al espejo, se despojó de su hermosa bata
color champag que tanto le gustaba presumir, con encajes bordados por una manos mágicas, que hacían que en vez de una prenda para dormir pareciera el traje de una delicada princesa, y allí sorprendió unos rollitos en su cintura, y pensó : ¿cuánto tiempo ha pasado?. Esto no estaba allí anoche cuando me dormí tan plácidamente.
color champag que tanto le gustaba presumir, con encajes bordados por una manos mágicas, que hacían que en vez de una prenda para dormir pareciera el traje de una delicada princesa, y allí sorprendió unos rollitos en su cintura, y pensó : ¿cuánto tiempo ha pasado?. Esto no estaba allí anoche cuando me dormí tan plácidamente.
Rápidamente, como tratando que nadie más observara aquello, volvió a colocarse la bata, y se miró nuevamente en el espejo… Se preguntaba ¿por qué me siento así?... ¿por qué no reconozco a esta mujer?... ¿Por qué no siento la tranquilidad y la paz que me mantuvo diariamente haciendo las tareas del hogar, criando a los hijos, atendiendo a mi marido?... ¿Quién es esta mujer que me mira fijamente a los ojos, que repite armoniosamente los gestos que yo solía hacer, pero que no soy yo?…
Miranda es una mujer hermosa, decidida, profesional, exitosa, con una casa, un matrimonio, unos hijos, un empleo, pero no es la mujer que esta mañana se proyecta cual intrusa en el espejo de mi baño.
Miranda cree que aun está dormida, y por eso abre la ducha con el fin de meterse debajo de ella y que de una vez este extraño sueño termine, siente el agua tibia correr desde su cabeza hasta los pies, siente alivio…Siente también una lágrimas que brotan espontáneamente de sus ojos y se confunden con el agua que corre por sus mejillas y entonces piensa: estoy despierta, no es un sueño.
Surgen como rayos centelleantes otras preguntas: ¿cuánto tiempo he vivido así...creyendo que vivía, creyendo que ir diariamente a un empleo y desempeñando unas funciones excelentemente bien para los demás, significaba que estaba conforme con mi vida laboral?... ¿cuánto tiempo en este matrimonio?... Quién es el hombre que duerme tranquilamente en esa inmensa cama?... ¿Sabrá quién soy yo?... ¿cómo me siento?... ¿lo que me gusta o no?... ¿será feliz?... ¿se habrá preguntado si yo lo soy?.
Miranda sale de la ducha sin hacer ruido, toma una toalla perfectamente blanca y suave y sumerge su cara en ella. Ya no quedan rastros ni del agua tibia ni de las lágrimas que rodaban hace apenas unos instantes por su rostro. Pero las propiedades de la toalla no incluyen el poder para borrar la tristeza que se nota en su cara. ¿Por qué esta sensación de angustia interior, de inconformidad y hasta de rabia?... Intenta convencerse de que no está bien rendirse ante esos pensamientos, de que ella es una mujer feliz, con una casa, unos hijos, un matrimonio y un empleo…
Miranda revisa las gavetas de su cómoda en el baño, como intentando descubrir cosas nuevas, extrae con sumo cuidado del fondo, un estuche de maquillaje que hacía mucho tiempo no usaba, y se prepara para poner en práctica todos esos consejos de belleza que ha escuchado a las jovencitas de su escuela, o en los comerciales de TV o en algún lado que ese momento no viene a su memoria. Al instante, Miranda apenas se reconoce en el espejo, soy una mujer hermosa, susurra como temiendo despertarse…
Finalmente sale del baño en búsqueda de un atuendo que vaya con su esmerado maquillaje, abre ambas puertas del clóset pareciendo olvidar que su esposo aun duerme, con la tranquilidad de quien se siente seguro de la mujer que escogió para que reposara a su lado para siempre.
Selecciona un jean, una camisa con colores vivos, una botas que recuerda perfectamente el día que las compró, apenas las vio al pasar frente a la tienda y quedó enamorada de ellas, no obstante, permanecían intactas en su caja en el fondo del armario desde ese mismo día…Miranda se sentía lista para salir a la calle.
En absoluto silencio, sin hacerle el desayuno a su marido, sin dejar listo el almuerzo para la familia en el microondas, sin cargar a cuestas su maletín negro con toda la agenda de la semana de su empleo, Miranda sale a la calle.
Se siente diferente, a su paso la gente la observa, quienes la ven a diario saben que hoy es una mujer diferente, su cabello negro suelto pareciera coquetear con la brisa, su cara expresa una alegría extraña, inexplicable…Hasta sonríe ante los comentarios que algunos caballeros que van camino a su trabajo le dedican. Miranda reconoce que hacía mucho tiempo que esto no le pasaba.
Miranda no sabe a dónde va, sólo siente la necesidad de estar viva, de no usar reloj ni teléfono móvil, de pararse a disfrutar del canto de los pájaros, de sentarse en una banca del parque como quien no tiene más nada que hacer en la vida, de reír involuntariamente ante las travesuras de los niños que disfrutan del parque a esa hora, de admirar la felicidad de las parejas de jóvenes que caminan agarrados de las manos, y a cada paso se besan como si no existiera nadie más a su alrededor…Miranda no entiende por qué hasta este extraño día ella había caminado por las mismas calles sin notar nada de aquello que hoy, le parecía simplemente un espectáculo maravilloso.
Repentinamente, como una escena de una película vieja, sin color, sin audio, Miranda recuerda el día anterior, cuando recibió un sobre con los resultados de su examen anual de salud, sólo se fijó en la palabra escrita en rojo y resaltada en amarillo…Miranda tiene cáncer de mama izquierda.
Miranda hoy y por el tiempo que le dure la vida decidió ser una mujer feliz…
Autora: Elizabeth Guía
Autorizada su publicación.
Publicado: martes 20 de septiembre de 2016
Muy bueno, no sabía de esas cualidades de mi ex alumna Elizabeth...
ResponderBorrarEsta es la primera vez que publica por esta vía... lo hace muy bien.
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