IMAGEN OBTENIDA DE Aquí |
Autor: Rafael González
Elisa es una docente que trabaja en
cualquier Escuela Básica de los Valles del Tuy; es delgada y baja de
estatura, de ojos pardos, cabello largo, liso y negro y es muy
bonita, pero por encima de su belleza física, está un carisma que
conquista al corazón más recio. Una de esas tardes que nos
reuníamos para charlar un rato una vez terminadas las clases, nos
contó la siguiente historia:
Ella es la mayor de cuatro hermanos, hija
de un policía que se casó con su madre hace más de 40 años (ahora
ella tienen 40 pero aparenta treinta). Nació y vivían en una
barriada caraqueña. No había cumplido los seis años, cuando un
día, sorpresivamente, su madre decidió irse de la casa sin dar
ninguna explicación y dejarlos con su papá. El padre se las arregló
como pudo; repartió a los niños entre sus familiares más cercanos
para que los cuidaran, pero los fines de semana estaban todos juntos
en casa de la abuela (que en realidad era tía del padre) y por eso
nunca estuvieron separados realmente. El tiempo se hizo cargo de
convertir en adultos a los cuatro hermanos. Elisa y Yeniler, la
segunda hermana, quien era policía como el padre, eran las que más
tenían comunicación. La tarde de un domingo, contando Elisa con 35
años y su hermana con 33, se pusieron a conversar diferentes cosas y
de pronto, Yeniler, le pregunto a Elisa:
-Chica, ¿Dónde estará mi mamá? Me
gustaría encontrarla y hablar con ella, conocerla y saber por qué
se fue y nos dejó. ¿A ti no te gustaría hacer eso?
Elisa miró a su hermana sorprendida, pero
con el rostro iluminado por la curiosidad y por una sonrisa pícara.
Le preguntaron al padre, quien respondió que no tenía idea de donde
estaba su mamá, pero que podían ir a la DIEX (hoy ONIDEX) a ver si
encontraban alguna dirección. Para Yeniler que era policía, no fue
difícil y así lo hizo, encontrando una dirección en una barriada
populosa de la metrópolis.
Las dos hermanas se pusieron de acuerdo y
salieron en busca de Martha Senderos, su madre. Llegaron al barrio y
comenzaron a preguntar por ella y cada vez que lo hacían, sentían
que dentro de su pecho no había un corazón, sino un caballo loco a
todo galope.
-Allá arriba, vive una señora llamada
Marta de Perales, la esposa de Raúl, el señor que trabaja en PDVSA-
les dijo una señora y hasta allá fueron. Encontraron la casa, pero
estaba sola. Fueron a la casa de enfrente y preguntaron; habían
llegado a las doce del mediodía y ya eran más de las cinco.
-Buenas, señora, estamos buscando a la
señora Martha, su vecina de enfrente. ¿Sabe algo de ella?
Una mujer regordeta, de cabello corto y de
unos sesenta años, salió y les dijo:
-Como están hijas, yo soy Andrea, mucho
gusto, se ven cansadas, ¿Son familia de Martha?
-No señora, mi mamá es gran amiga de ella
y venimos a traerle saludos.
-Bueno, si quieren pasen y la esperan, no
debe tardar porque salió temprano- respondió amablemente la señora.
Las dos hermanas esperaron y Martha no
llegó. Como ya se hacía muy tarde (ya eran casi las seis) y estaban
lejos de su casa, decidieron marcharse y regresar otro día; la
señora de la casa las acompañó a la parada y cuando iban a tomar
la camioneta para regresar, la señora Andrea les grito:
Ambas se miraron a la cara y sintieron que
un escalofrío les recorrió el cuerpo, pero decidieron regresar a
conocer a su mamá.
La señora María fue con ellas al
encuentro de Martha y las presentó. Martha era la viva estampa de
Elisa, sin embargo Martha no las reconoció. Las hermanas habían
prometido no emocionarse, no llorar, ni mostrar nada que las
descubriera, pensaban conversar algunas cosas primero con su mamá y
luego decirles quienes eran, pero Yeniler, no lo soportó y se puso a
llorar desconsoladamente, Martha no salía de su asombro y no
entendía nada hasta que oyó a Elisa decir con rabia:
-¡Ah no Yeniler, ya habíamos hablado en
la casa y dijimos que nada de esto pasaría!
-Perdón Elisa, es que se parece tanto a ti
Al oír los nombres y lo demás, Martha
entendió lo que estaba pasando, y las invitó a subir a la casa,
donde las tres se abrazaron y lloraron mucho. La explicación de
Martha no convenció a nadie, pero las muchachas la aceptaron y
perdonaron a su mamá, tanto, que aceptaron la proposición de Martha
de no decir nada a su esposo ni a sus hijos, para que todo siguiera
como estaba. Cuando llegó Raúl con sus dos hijos, una hembra y un
varón, Elisa y Yeniler fueron presentadas como primas de Martha y
aparentemente todo quedó allí, pero cuando iban rumbo al Terminal
adonde Raúl quiso llevarlas para tomar la camioneta de regreso a
casa, Martha irrumpió en llanto; Raúl detuvo el carro y le fue
explicado todo, con lujo de detalles. Raúl Sabía de los hijos de
Martha porque ella algo le había contado, pero el tiempo lo hizo
olvidar todo y ahora después de treinta años, el pasado se hacía
presente nuevamente.
Desde entonces nada ha ocurrido. Elisa Y
Yeniler conocieron a su madre y ahora se ven de vez en cuando. Esta
historia fue escuchada por unas cinco o seis personas. Cada quien
seguramente emitió un juicio sobre Martha, pero ¿quiénes somos
para juzgar? Sin embargo hasta ahora me pregunto: ¿Qué puede haber
ocurrido realmente para que Martha hiciera algo así? Y usted... ¿Qué
opina?; no lo diga, sólo piénselo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar en este pagina.