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viernes, 19 de octubre de 2018

Esta noche caerá un fuerte aguacero

Recojan la ropa que va a llover

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En mi feliz infancia era común escuchar a los mayores decir frases como las que se mencionan a continuación: recojan la ropa que va a llover ... esta noche caerá un fuerte aguacero… hoy será un día caluroso … entre otras expresión que dejaba al descubierto la sabiduría popular, cimentada en un infalible conocimiento ancestral empírico, capaz de predecir el futuro. Nuestros abuelos, sin el manejo de los modernos equipos de la meteorología e ignorantes de los avances tecnológicos podían predecir con bastante exactitud las condiciones del tiempo.
Aún hoy, con todo el conocimiento académico que se tiene y las grandes inversiones en equipos de alta tecnología en el área mencionada, siguen existiendo fallas y datos errados a la hora de predecir algún acontecimiento natural o de reportar las condiciones del tiempo; NOTA: no con esto quiero restarle importancia a las estaciones meteorológicas, a los instrumentos de mediciones climatológicas, a la tecnología ni mucho menos desmeritar a los profesionales que hacen uso de ese valioso recurso. Mi intención es reconocer que en cada rincón de la geografía mundial existen personas que predicen con exactitud eventos por venir, fundamentados solo en su experiencia y el don natural que tienen algunos hombres y mujeres en el mundo de profetizar.
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Reconozco, que haciendo uso de mi empirismo  funcional, he sido certero en varias predicciones ambientales, situación profética que me hace sentir orgulloso de mi humilde procedencia y del conocimiento ancestral que me fue transmitido. Una de las predicciones que todavía me persigue es el recuerdo que tengo de la cantidad de envases, ollas, tobos y peroles que colocábamos en los distintos y estratégicos puntos de la casa materna antes que se desatara la tormenta o la lluvia en cualquier intensidad.
En lo que se oscurecía el tiempo a causa de las inmensas y pesadas nubes grises y negras que ocultaban al sol y sentíamos una fría brisa abriéndose paso en nuestro caluroso pueblo o se escuchaban truenos y veíamos los destellos fugaces de los relámpagos corríamos cuales soldados bien entrenados a sacar la batería de peroles para ubicarlas en su puesto de comando, mi hermana corría al tendedero y yo, al terminar mi misión corría a mi cama a disfrutar bien arropadito del ruidoso concierto de la lluvia sobre el techo de zinc de mi bucólica casa materna.
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Si la lluvia se prolongaba y los envases se llenaban entonces sustituíamos los peroles por otros. Al escampar secábamos, limpiábamos y ordenábamos la casa no sin antes marcar los puntos huecos del techo para que mi hermano mayor tapara las goteras.
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Me encanta escuchar la lluvia sobre el techo de zinc

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