Todavía admiro la paciencia de mi hermana
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Muchas son las anécdotas que llegan a mi memoria en esta época de cuarentena obligada y confinamiento voluntario. Una de esas vivencias la recordé recientemente y ahora la escribo porque estoy seguro que muchos de mis contemporáneos vivieron experiencias similares en sus casas.
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En la sala de mi casa, en época de mi niñez y adolescencia, existió una rinconera y una repisa llena de adornitos de cerámica, yeso, imitaciones de cristal y uno que otro cristalito original. Además, mi mamá tenía una mesita en medio de los muebles que también estaba llena de cuantos recuerdito le regalaban; adicionalmente a eso, tenía una vitrina donde guardaba la vajilla que se sacaba solo en ocasiones especiales.
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Mi hermana Zoraida, cada quince días o semanalmente agarraba cada uno de esos adornos y con su paciencia característica llenaba un envase de plástico con agua y jabón y allí iba metiendo cada recuerdito, los lavaba, luego los secaba, después limpiaba la mesita, la rinconera y la repisa para luego volver a colocar cada pieza en su lugar, todo eso lo hacía con mucha concentración y con tal delicadeza que se abstraía de la realidad, se llenaba de paz y armonía, hasta que yo llegaba y trataba de ayudarla... pocas veces me dejó hacerlo para evitar algún accidente.
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La vitrina era una galería o una especie de lugar sagrado donde se guardaba lo más valioso del museo familiar, allí había un verdadero tesoro que sólo se sacaba en momentos especiales. Mi mamá era tan delicada con su valiosa vajilla que ella misma la lavaba... mi hermana llegó a ayudarla pero con mucha precaución.
Lo cierto es que soy de la época de las figuritas de cristal, cerámica, yeso y cuanto material sirviera como recuerdito decorativo, para no olvidar momentos importantes.
Autor:@marcosmilano71
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