Autor:
Rafael González.
Mi apreciado hermano la vida no es más que la fusión de la
materia que es lo que muere y el resto vuelve con su dador.
Una gotita de agua cayó desde la rama de
un árbol y rodó por la avenida. Cuando llovía, formaba parte de los torrentes
de agua que corrían por las calles y de los charcos que se hacían a la orilla
del camino. Un día se quedó parada en medio de la calle y cuando se percató que
venía un camión, era muy tarde, el camión la pisó con una de sus enormes
ruedas. La gotita no sintió dolor alguno y se asombró de seguir vivita y
coleando después de que aquella enorme máquina le pasara por encima. Durante
toda su existencia fue muy útil; junto con otras compañeras calmó la sed de
muchas personas, regó enormes sembradíos para dar de comer a mucha gente, y
muchas cosas más. Un día la gotita llegó al mismo lugar de
donde había salido y desde ese instante no fue más una gotita, sino que formó
parte de aquel enorme manantial. Al igual que la gota de agua, algún día
volveremos al lugar de donde una vez partimos: volveremos a nuestro creador. Si
amigo, todos sabemos que vamos a morir un día y Dios fue generoso al no
permitirnos saber cual día será; si no hubiera sido así, imagine el estado de
angustia nuestro y de nuestros familiares más cercanos al saber que el día se
acerca. Todo aquel que ha perdido un ser amado, sabe de lo que estoy hablando.
Pero considere usted el siguiente punto de vista: ningún ingeniero construye
una hermosa casa para vivir con su familia y al terminarla, contempla su obra
maestra y luego, sin dar explicaciones a los familiares, la destruye. Si así lo
hiciera, ¿qué cree usted que pensarían sus familiares, qué pensaría usted? Yo
pensaría que, si no es presa de la locura, está bien cerca de ella. Pues bien,
el mejor ingeniero que ha existido siempre, nuestro Señor y Creador, no
cometería jamás esa idiotez. No es posible creer que después de crear una fuente
de energía tan poderosa como el espíritu, que mueve a una máquina perfecta como
el cuerpo humano, vaya a destruirla sin darle explicaciones a nadie. Es cierto
que el cuerpo, considerado una especie de prisión para el espíritu por algunos
estudiosos de la materia, muere y vuelve al polvo de la tierra. Pero, ¿Qué hay
del espíritu? A este le ocurrirá lo mismo que a la gotita aquella. Volverá a su
lugar de origen y a la vida eterna al lado del Creador. Es la única explicación
que existe para algo tan injusto, inexplicable y horrendo, como nuestra
desaparición física y la de nuestros seres amados; de no ser así, nuestro Dios
y creador podría ser considerado como un maniático y sádico ser. Y cuando digo
desaparición física, es porque sencillamente no creo en la muerte propiamente
dicha; por eso, cuando usted y yo volvamos a encontrarnos en aquel enorme
manantial de donde una vez surgimos, veremos de frente a la muerte y le diremos
¿Dónde está tu poder? Desde mi punto de vista, Espíritu y vida son una misma
cosa.
Autorizada su publicación.
Publicado: Domingo 14 de agosto de 2016
Publicado: Domingo 14 de agosto de 2016
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