Mi mamá (Dios la tenga en su
Luz) quedó sola con tres niños; yo, el menor, no conocí a mi papá. Lo cierto es
que ella comenzó a trabajar de obrera en la lavandería y tintorería La Primera
que se encontraba en la Avenida Principal de los Ruices, Municipio Sucre.
Cuando ella se iba a trabajar dejaba instrucciones precisas a mis hermanos
mayores: se quedan dentro de la casa, no me le abran la puerta a ningún
desconocido, que yo no me entere que ustedes andaban en la calle... dejaba la
comida preparada, toda la casa limpia y ordenada, a mi me dejaba bañado y listo
para que mi hermana no tuviera que hacerlo... ya saben lo que deben hacer,
decía, la casa debe permanecer ordenada y limpia, nos besaba a los tres, nos
dejaba su bendición y se iba a trabajar (en ese tiempo ir de Guatire a Caracas,
por la carretera vieja no era tan fácil como ahora). Cuando mi mamá cerraba la
puerta quedábamos los tres en compañía de Dios, yo me ponía a jugar, mi hermano
y mi hermana frecuentemente estaban haciendo cualquier cosa, Vicente siempre le
gustó armar y desarmar aparatos electrónicos o mecánicos, se ponía a limpiar el
patio, sembraba, hacía ranchitos, le gustaba la albañilería, la electricidad,
la plomería... en fin siempre estaba haciendo algo. En la casa teníamos
repisas, mesitas y rinconeras, las cuales estaban llenas de adornitos de
cerámica, también una vitrina donde mi mamá guardaba la vajilla. Mi hermana,
Zoraida, le encantaba llenar una poncherita con agua y jabón (en ese tiempo
había jabón) y allí iba metiendo cada recuerdito, los lavaba, luego los secaba,
después limpiaba las mesitas, las rinconeras y la repisa para luego volver a
colocar cada pieza, todo eso lo hacía con mucha concentración, con tal
delicadeza que daba la sensación de paz y armonía.
Peeeero todo este ambiente
de paz y armonía, de juego y de trabajo se acababa cuando llegaba a visitarnos
nuestro primo Germán... ¡Diossssssssssss, que muchacho tan tremendo!, mi
hermano y yo cuando lo veíamos llegar sabíamos que venía la diversión pero mi
hermana no pensaba lo mismo y tenía razón porque ese “bicho” era de armas
tomar. Un día, yo comencé a fastidiarlo mientras él y mi hermano jugaban y sin
pensarlo dos veces me agarró por los pies, me levantó como una plumita y me
metió dentro de un pipote de agua limpia que mi mamá tenía, luego me sacó y me
volvió a meter... mi hermana casi muere al ver eso, mi hermano solo se reía
(porque sabía que era un juego y que no me iba ahogar, ya ellos se habían
puesto de acuerdo para asustarme) lo cierto es que mi hermana se guindó con los
dos para defenderme (tan bella mi hermana, gracias hermanita), ellos solo se
reían, yo, cual pollito mojado y casi ahogado, sorprendido no me quedó de otra
sino llorar... cuando pasó todo aquello, limpiaron el desastre, volvieron a
llenar el pipote, mi hermana después de secarme y cambiarme de ropa, amenazó a
mi hermano y a mi primo con decirlo a mi mamá pero cuando llegó mi progenitora
no le contó nada... Lo cierto es que experiencias similares se repetían, pero
todo era juego y como la casa quedaba limpia y ordenada, como que si nada
hubiera pasado, mi mamá no se enteraba... mi hermana asumió siempre mi
defensa... yo, no dejaba de estar cerca del peligro, me encantaba estar con mi
primo y con mi hermano... masoquista. Cuando fui creciendo me iba a pescar con
ellos para el río Pacairigua... ese paseo era lo máximo, de ellos fui
aprendiendo muchas cosas... pero lo dejaremos para otra ocasión. Gracias por
leer esta anécdota.
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