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lunes, 1 de agosto de 2016

EL DOCTORCITO


Cuando me retiré del Seminario comencé a trabajar en una Óptica que estaba ubicada en la Av. Francisco de Miranda, cerca del Unicentro El Marqués, exactamente en frente de la parada de los autobuses que vienen desde la California hasta la Villa panamericana, Ciudad y Nueva Casarapa... inicialmente ese centro de salud visual se llamó Óptica Vives, atendida por su propio dueño el Dr, Francisco Vives (creo que ese era su nombre), era un señor español, bastante mayor, alto, de ojos azules, muy educado, amable, de trato cordial, usaba una barba muy bien cuidada, lo cierto es que tuve el honor de conocerlo porque fue en esa transición que los dueños de la distribuidora de cristales, Distriaca C.A, me contrataron para que me encargara del nuevo negocio optométrico el cual pasó a llamarse Óptica Crisedi (aprovecho para aclarar que yo tenía experiencia porque trabajé en la calle comercio de Guarenas, en el Centro Óptico la Salle, hasta que perdimos todo a causa de los saqueos del 27 y 28 de febrero de 1989, allí trabajé con mis amigas Gilma Matos y Osiris Jugo, gracias amigas por esa oportunidad y por su amistad)... cuando el Dr. Vives terminó de entregar el local, me dieron las llaves y comenzó la remodelación, casi dos meses duraron los trabajos hasta que inauguramos con bombos y platillos el hermoso local... a partir de ese momento incrementamos las ventas, cada mes superábamos el índice de ganancias, la optometrista, Janeth, y yo, estábamos contentos, ella atendía a los pacientes, hacía los exámenes visuales y yo les asesoraba en la compra de sus lentes, yo atendía al público, era quien les ofrecía productos relacionados con el ramo, en fin era quien recibía y despachaba... 

Un día se acercaron al local dos señoras bastante mayores, yo las recibí con mucha amabilidad, al principio las noté bastante tímidas, vieron todo el local, daban vueltas, murmuraban entre ellas... hasta que una me dijo que venían a buscar al Dr. Vives, me senté con ellas y le conté que él ya no estaba, que había vendido porque se iba para España... lo cierto es que continuaban calladas, de vez en cuando se miraban pero no me decían nada... percibí que algo les pasaba pero les daba pena decírmelo, lo cierto es que les dí confianza y les manifesté mi deseo de ayudarlas, que estaba a su orden, que ahora yo sería su nuevo amigo... hasta que una me dijo, bueno doctorcito (yo usaba una bata muy bonita, me imagino que por esa razón me dijo así), lo que pasa es que mi hermana se sentó sobre los lentes y los dobló... de inmediato les dije, no se preocupen, aquí estamos para servirlas, ¿dónde están los lentes?, se metió la mano en el bolsillo de su vestido y sacó un pañuelo, lo desenrolló y allí estaban los lentes, los tomé, evalué el daño, no era mayor cosa, agarré mis pinzas y en presencia de mis nuevas amigas los enderecé, luego los limpié y yo mismo se los coloqué, le dije que ahora estaba mas bella y lo mas importante volvió la nitidez a sus lindos ojos, seguidamente le pedí a la otra que me permitiera los de ella y también se los enderecé un poquito, se los limpié y se los devolví, quedaron muy contentas y hasta sorprendida... ¿cuánto le debemos? ... las miré fijamente, les mostré una leve sonrisa, me les acerqué y les dije quiero que me paguen con su bendición, me permitan darle un abrazo y un beso... se miraron la cara, creo que se pusieron nerviosas, quedaron petrificadas por un momento, pero al final aceptaron, me bendijeron, les dí un abrazo y un beso a cada una, con respeto y cariño a mis nuevas abuelitas... casi se desmayan. sin embargo, la menos tímida volvió a preguntar ¿de verdad doctorcito díganos cuánto le debemos?,... bueno pués, ya no les dije... ¿o es qué ustedes quieren que les vuelva a cobrar? Y me reí, ellas también se rieron, se despidieron con mucha alegría en sus rostros... Janeth, la optometrista, que presenció todo me dijo: - la verdad es que tu eres increíble, me dejaste sorprendida con el trato que les diste... no vale, le respondí... mira amiga, el mundo está carente de cariño, hace falta mucha amabilidad y respeto entre los seres humanos, los que trabajamos con el público debemos ser educados, cariñosos, serviciales, atentos... a lo mejor esa señoras tenían muchísimo tiempo que nadie las trataba así... no habíamos terminado la conversación cuando vimos que las abuelitas venían con una bolsita, entraron y me la dieron... ¡Diossss mío! ¿qué será esto?... se rieron, se miraron la cara, yo les dije que no tenían porque preocuparse, nuestro objetivo es atenderlas con respeto, amor y cariño y brindarles un servicio profesional de calidad ... ellas insistieron, esos son unos dulcitos que nosotras hacemos, me dijeron... cuando abrí la bolsita encontré suspiritos, polvorosas, almidoncitos y una conservita de coco... ¡qué cosa tan rica Dios mío!, dirigiéndome a la optometrista le dije, mira Janeth lo que nos trajeron, esta vez Janeth también las abrazó y le dimos las gracias... ellas salieron contentas del local. Janeth y yo nos miramos, sonreímos y comenzamos a deleitarnos el paladar... 
Pasaron los día y volvieron las abuelitas, esta vez con otra un poco más joven, resulta que eran tres hermanas que vivían juntas, muy cerca de donde estábamos ubicados, en la calle que está detrás del local, eso le llaman la California Sur... la escena volvió a repetirse... otro día volvieron y así varias veces... En poco tiempo, la clientela que una vez tuvo la Óptica Vives, la asumimos nosotros y cada día venía mas y mas gente, también me visitaban mis compañeros del seminario y algunos sacerdotes amigos... lo cierto es que a muchos, incluyendo señores bastante mayores, le prestábamos servicio de mantenimiento a sus lentes totalmente gratis, les enderezábamos las monturas, les apretábamos los tornillitos, le limpiábamos los cristales... a veces le desarmábamos todo el lente, se los lavábamos, luego se los armábamos y se los entregábamos como nuevo... un día el gerente general observó mi trabajo y después que estuvimos solo me dijo, te felicito Milano, pero tienes que cobrar todo porque esto no es una beneficencia pública... Diossssssssss, eso no lo entendí, es mas no lo pude procesar en ese momento, pero Sr. Luis, le dije, (Luis Fernández se llamaba mi jefe directo), ese tipo de servicio mantiene el local lleno; además, con eso y la atención que le damos aquí es que hemos podido incrementar mes a mes nuestras ventas, es más, mucha gente compra cosas que quizás no necesita y lo hacen solo por agradecimiento, por nuestra buena atención... lo cierto es que no entendió y dio la orden: - "todo lo que aquí se haga se cobra". Entendido Sr. Luis, Ud es el jefe.
Un día fue a visitarnos un proveedor de miscelánea (así se le llama al conjunto de piecitas como tornillitos, plaquetas, terminales, varillas, almohadillas y hasta monturas... entre otros) lo cierto es que eran muy baratas y aproveché y le compré varias cositas... todo lo que compré lo usaba (A ESCONDIDAS) para seguir arreglándole los lentes gratuitamente a mis abuelitos que seguían visitándome hasta que los jefes, con la excusa de que querían que yo aumentara las ventas, me cambiaron para la óptica que tenían en el Centro Comercial la Villa en Montalban, en Caracas... Lo cierto es que jamás volví a ver a mis amigos de la tercera edad.  Ahhhh, por cierto, también logramos incrementar las ventas en la óptica de Montalban.

NOTA: " No vine a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás". Mt. 20:28

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