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En mi barrio existieron verdaderos maestros de la
construcción, hombres talentosos y muy trabajadores, que sin
ser ingenieros fueron muy ingeniosos, sin ser arquitectos proyectaban y diseñaban en cualquier
terreno y espacio. Empíricos albañiles se encargaron de dirigir y construir las
viviendas que poco a poco fueron conformando la comunidad. Fui testigo de la
transformación de las casas; los viejos ranchos de madera, hojalata y bambú, se
hicieron a un lado para darle paso al bloque, a la cabilla y al cemento. Con el
paso de los años y muy lentamente, se deterioraban los hermosos domicilios de
bahareque por lo que su demolición era inminente, renaciendo luego, cual ave
fénix, pero de la teja, el lodo, la paja y la cañaamarga una residencia sólida
y simétrica. Los antiguos techos de zinc, que tanto nos protegieron del sol y
de la lluvia, mientras no habían sido agujereados por una piedra, los cambiaron
por platabandas de vigas, tabelones, mallas y concreto, evitando así las
goteras que convertían los pisos de tierra o de cemento en una galería de tobos
multicolores y ollas de todos los tamaños que al compas de tac tac tac se iban
llenando de aquella cristalina, fría y bendita agua. Confieso que mis mejores
años lo pasé en mi vieja morada... aun recuerdo el olor a tierra mojada y el
relajante sonido de la lluvia cayendo sobre la techumbre.
¡Manos a la obra!, exclamaban con emoción los siempre listos
y dispuestos ayudantes, mientras chocaba sus respectivas botellas de cerveza o
vasos con la bebida de su preferencia, dando así, inicio al trabajo.
Carretillas iban y venían, bloques, cabillas, rollos de alambres y mallas,
clavos, tablas, arena, tierra, cemento, agua y el chasquear de las palas
batiendo la mezcla, la música a todo volumen, los gritos y el aroma del
sancocho animaban la faena, todos ayudaban con alegría sin esperar dinero a
cambio, solo bastaba la cerveza y el sancocho.
En mi barrio el trabajo en equipo fue muy importante para
consolidar nuestra comunidad y fortalecer cada hogar, hoy recuerdo con
nostalgia esa experiencia de amor al prójimo y solidaridad vecinal que ayudó en
su momento a mejorar la calidad de vida de muchas familias las cuales lograron
con su esfuerzo y trabajo honrado tener una vivienda digna. Sirva este humilde
escrito para reconocer la loable labor de los constructores de alegrías y
esperanzas y mi eterno agradecimiento a los que nos ayudaron a tener un hogar
confortable donde reinó en la paz y el amor.
Especial homenaje y eterno AGRADECIMIENTO a mis vecinos y
hermanos Señor Eloín Lezama, Sr. Silvio Méndez, Sr. Vicente Milano
y al Sr. Luis Ereipa.
AUTOR: Marcos
Elías Milano Rangel
Fecha de publicación: 05 de agosto de 2016
Guarenas, Estado Miranda, Venezuela.
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